Pamela Stonebrook: La Diva Intergaláctica y sus Encuentros con Alienígenas y Reptilianos
Hace unos 25 años, Pamela Stonebrook era conocida únicamente como cantante de jazz en Los Ángeles. Pero luego publicó un libro sobre su abducción extraterrestre, y desde entonces se ganó el apodo de “La Diva Intergaláctica”. Su historia terrorífica la hizo más famosa entre los aficionados a la ufología que entre los fans del jazz.
Se desconoce su edad, ya que lleva una vida muy reservada y nunca revela datos personales. Aun así, continúa su carrera como cantante profesional y sigue lanzando discos.
Según cuenta Pamela, desde los 8 o 9 años tenía sueños extraños y encontraba cicatrices misteriosas en su piel al despertar, como si alguien hubiera tomado muestras.
Con el tiempo, las experiencias se intensificaron. Una noche de 1994 se despertó en una habitación desconocida con paredes metálicas lisas. Estaba recostada en posición fetal sobre una camilla, y el cuarto tenía forma de pirámide truncada. En un rincón, había un grupo de seres bajos, con piel gris, cabezas grandes y ojos negros—los típicos Grises.
Uno de ellos le hizo señas, y ella lo siguió hasta otra sala idéntica, pasando por una abertura repentina en la pared. Allí, sobre una mesa metálica, había tres seres similares pero más pequeños y con apariencia un poco más humana. Tenían cabezas grandes con poco cabello, como niños con cáncer. Cuando la vieron, corrieron hacia ella, la tomaron de las manos y la llamaron “mamá”.
El terror la abrumó y perdió el conocimiento. Despertó en su cama con moretones frescos en los brazos. Luego recordó que los Grises adultos la arrastraron y le hicieron algún experimento.
También recuerda que le mostraron imágenes telepáticas de una Tierra post-apocalíptica y le dijeron que la Tierra es sólo un experimento de terraformación. Pamela pensó que había sido abducida desde la infancia y que los híbridos fueron creados con su ADN.
Durante los meses siguientes, tuvo sueños intensos (o recuerdos) con los Grises. Pero se enfocó en su carrera musical.
Hasta que una noche despertó con un apuesto hombre rubio encima de ella. Tuvieron sexo, y fue increíble. Aunque no lo conocía, se sintió segura… hasta que la energía cambió. Se volvió intensa, agresiva. Él no parecía humano.
La conexión telepática era total. Cada célula de su cuerpo sentía placer. Pero entonces, el rubio se transformó en un enorme humanoide reptiliano. Le susurró al oído: “Siempre hemos estado juntos. Nos amamos”. No fue la última vez que vino. Seguía regresando en distintas formas humanas.
¿Tenían estos encuentros relación con los Grises y los híbridos? No queda claro. Pero no le causaban daño, al contrario: le daban placer.
Después del libro, muchas mujeres le escribieron contando experiencias similares. Aunque el público la ridiculizó—y los mismos ufólogos consideran estos relatos marginales—, Pamela se mantuvo firme y escribió una carta abierta:
“Hablar de encuentros sexuales con reptilianos es un tabú. Admiro a las pocas mujeres que se atrevieron a contarlo y fueron ridiculizadas.
He escuchado historias de mujeres que sus familias intentaron internar, o a quienes sus pastores acusaron de estar poseídas.
No soy la única, sólo la única que habla. En la ufología, los reptilianos no son políticamente correctos. Admitir que tuviste sexo con uno, y que lo disfrutaste, es demasiado.
Pero tras años de lectura, investigación y charlas con decenas de mujeres (y hombres), sé que no estoy sola.
Es un tema complejo. Los reptilianos usan el sexo para controlar, transformarse, manipular la mente y dar placer extremo.
En una regresión a vidas pasadas, me vi como parte de una hermandad de guerreros reptilianos que murieron en una catástrofe (quizá nuclear).
Creo que podré reencontrarme con ellos, o quizá sólo son aspectos de mí misma. No lo sé. Sólo trato de resolver el misterio, como todos.”